domingo, 1 de noviembre de 2015

Soy yo

Yo soy la que se esta carcomiendo la cabeza ahora, ¿no es más fácil preguntar? No, definitivamente no, porque no quiero ser como era antes. Tengo el vómito mental recorriendo de arriba a abajo mi esófago y mi cerebro, y mi lucha principal en este momento es que no salga. Quién hubiera imaginado que me iba a convertir en esta caldera de sentimientos en tan solo un mes y pico.
Estoy rasgándome la piel en mi imaginación, para sentir y ocupar mi cerebro en otra cosa. Pero no puedo evitarlo, vuelve a mi, y vuelve. Cuando creí que ya me había amigado con la sombra, ataca directo a mi cuello desde atrás. Pero a diferencia de otras cosas, esto no me da placer.
Quiero dejar de pensar. Éste es el momento al que no quería llegar. Querer llorar por culpa de alguien que no sabe que estoy llorando por él, que no tiene absolutamente ninguna culpa de que esto me esté sucediendo. No puedo soportarlo, el veneno ya fue inyectado, y tengo que alejarme para depurar rápidamente.
No creí que me fuera a pasar esto. Estaba orgullosa de lo que había logrado conmigo. Pero quizá, él apareció demasiado rápido, quizá no era el momento justo para que me entregara a los sentimientos. Ya es tarde creo, como siempre, con la diferencia de que en este caso yo quería justamente que se hiciese tarde, porque no contaba con que el monstruo iba a volver a hacerme una visita. Sinceramente escribo y escribo y nada me consuela, nada me hace cambiar el enfoque, sino que me agarra un alivio repentino pero efímero. Así como vuelvo a la fuente, el monstruo vuelve a morder, ya tengo el cuello todo picado como si me hubiese metido a una guarida de vampiros. Pero estos dientes no me dan la vida eterna, me la acortan, y no me privan de sentimientos, me los enaltecen al punto del peligro público.
Quizá me va a hacer bien no verlo un tiempo. Necesito que se presente algo que me haga cambiar realmente el punto de vista de las cosas, porque yo se que esto que me está pasando no hubiese estado en mi esencia si no hubiese sido por lo que sucedió hace años, el encuentro con el peor de los demonios más siniestros que, como veo, marcó mi vida para siempre. Tal vez fue tan fuerte que quedó implantado, tatuado en mi esencia. Pero los implantes se sacan, los tatuajes se borran, y las cicatrices lamentablemente quedan... no contaba con eso.
Lo único que espero es que alguien aparezca con una crema para borrar cicatrices bajo el brazo. No es justo nada, ni pensar que toda la gente va a ser igual a mi, ni pensar que todos van a ser como el demonio. Tengo que aceptar puntos intermedios; pero sobre todo, confiar. Confiar en que todo es verdad. No importa si no lo es, pero que si me enterara, que fuera con cosas concretas sería lo ideal, y no por conversaciones amigables o comentarios de amigos que vaya uno a saber a qué se refieren realmente. Uno no puede saber todo, tengo que aceptarlo.
Puede ser que el monstruo esté aquí para que yo aprenda eso, y en ese caso no sería tan malo. Es algo que duele, es algo que hay que superar, pero al fin y al cabo... si lo llego a sortear, voy a ser muchísimo más fuerte y voy a estar sumamente apta para atravesar esta vida.
Ahora me doy cuenta de que si sigo por donde estoy yendo, sin intentar superarlo, voy a ser la misma que era antes, incluso ya lo soy. Por suerte están las ansias de cambio, y ese es el primer paso para un futuro feliz.
Hablemos del nuevo demonio. ¿Qué motivos tendría yo para desconfiar? La noche es su fiel amiga. Lo rodean demonios hembra. No se mucho de su vida en el infierno. Sé que de entre todos sus amigos demonios, él es el más centrado; los demás hacen honor y uso de su nombre.
¿Qué motivos tendría yo para confiar? Palabras. Desvelos. Recolecciones de almas de manera apurada para poder dirigirse a adorar la mía. El control que ejerce sobre su cuerpo rojo, marcado por las letras de grimorios, para cuidar de mi parte angelical. No, no soy un ángel, nadie lo es. Pero comparada con él, estoy cerca de serlo. El uso de su voz como caricia y de sus manos como exploradoras limitadas por mis fieras, que, aunque hambrientas, aun quieren estar seguras de no arrepentirse de comer de esa presa. No quieren comer, quieren alimentarse.
Creo que hay mas motivos para confiar que para desconfiar. Nuevamente, escribirlo me ayuda a tranquilizarme. Todavía falta una medida, pero puedo esquivarla de alguna manera, todavía no se cómo, pero la voy a hallar.
Y mientras... aquí sigue el monstruo. Sentado al lado de mi, mirándome. Ya no es tan horrible. Le veo la sonrisa y hasta me parece bello. Quizá dependa de cómo lo mire, de como lo vea. Sigue siendo un monstruo, pero, ¿quién dijo que todos los monstruos tienen que ser malvados?

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