martes, 3 de noviembre de 2015

Mi nuevo amigo

Yo se que quizá no esté bien, pero lo acogí en mi hogar como a un amigo que vive en otra ciudad y necesitaba dónde dormir. Sólo que, claro, él no duerme, sólo me mira con la sonrisa.
Nunca necesitó saltarme como un screamer. Me sedujo a fuerza de calidez en su frialdad, y masajes penetrantes en mi espalda. Ya no oculta su rostro, es casi bello, oscuro, de ojos grandes. Como una sombra negra pero sólido, y despide un halo, como un vapor negro como su piel, la cual brilla como si estuviese cubierta de brea. Claro, brea, algo que cuando se te pega es difícil de limpiar.
En mi casa tengo dos sillas. ¿Para qué quiero mas? Vivo sola. Bueno... ahora podría decirse que tengo un acompañante. Yo me siento al extremo de la mesa, me da lugar a eso, para hacerse la imagen de visitante, y no quitarme mi el papel de anfitriona. Pero extrañamente, tengo la sensación de que él es el dueño de todo.
Lo ha logrado. Con sus garras poseyó todo mi interior, incluso aun las siento. Clavó sus dedos en mi pecho, y como la brea, me contaminó por dentro, y no hay manera de limpiarlo. Pero me siento cómoda... supongo que todos los poseídos por algún ente sienten eso, que en realidad están bien; les da miedo al principio y no lo quieren aceptar, pero cuando sucede, el sentimiento de comodidad con uno mismo y con él es embargador.
Me pregunté para qué. Pero lo hice. Estoy incursionando en el mundo del espionaje de la víctima. Algo en mí me dice que no tendría que hacerlo, pero el monstruo y sus argumentos son muy convincentes y me liberan de toda culpa. Es fundamental averiguar, saber, sino ¿cómo se va a llevar a cabo el crimen? Así como así... no, por obvios motivos. No quiero ir presa de mi locura, quiero hacerlo bien. ¿O él quiere hacerlo bien? Acaso... ¿acaso ya somos uno?
No. No es así, obviamente estoy delirando. Él es él, y yo soy yo, pero no puedo dejar de admitir que la marca de sus garras marcó mi interior a fuego, a fuego frío, y sólo es cuestión de tiempo para que me convierta en uno de ellos o siga siendo yo, pero con ese mismo vapor oscuro recorriendo mi integridad y llevándome por los callejones más oscuros de la naturaleza humana.
Vi cosas. Bueno, gracias al monstruo las vi. Me lo dijo de muchas formas, y cuando decidí hacerle caso fue cuando empecé a dudar. Empecé a dudar de estar haciendo bien las cosas, de estar portándome bien de la manera en que me estaba manejando. Y sí, pero pareciera que mi deber en estos momentos, en esta época de la vida, a mi cuarto de siglo de edad, es tener dos caras, pero no como antítesis; que una acompañe a la otra, que una potencie a la otra, y que la visible salga bien parada para con los de afuera, y para mis adentros.
"No te expongas", me dice. Por desgracia ya me expuse demasiado. Pero de cierta manera, encuentro eso favorable para llevar a cabo el crimen cuando sea meritorio. Nadie sospecharía, y menos aun la víctima.
Encontré lo que buscaba. Quizá debería haber dejado que mi interior, parecido a un hada, siga teniendo el control de la situación, pero el monstruo convierte las cosas malas en tentadoras, los sentimientos malos en acciones que me endurecen, y los comentarios más simples (aunque no se si presa de la posesión o de verdad, pero en este momento no me parecen simples) me hacen pensar en traición, engaño, cosas ocultas, vergüenza, miedo y dolor. Y sólo me dan ganas de impartir sufrimiento y despreocupación.
Destrato. Así es como se mantienen a los pies las víctimas. Ellas solas lo hacen. Monstruo, dejá de mirarme tan fijo con tu sonrisa, es muy seductora. Creo que no sos tan malo, al fin y al cabo, lo que querés es que mate a un demonio.
¿Y qué pasa si yo me convierto en demonio? Tus garras negras, las heridas internas, el aura negra que me poseee, podrían dar lugar a una transformación. Un demonio exterior no creo que venga, me pusiste un escudo y te pertenezco. Pero... eso no me libera de transformarme espontáneamente.
Ojalá entendiera algo en serio. Pero no. Sólo se que me estoy enfriando para con la víctima, y que creo que eso es lo que el monstruo quería. Y el hada que yo tengo adentro también, tal vez no de la misma forma, no por el mismo camino, pero quería llegar al mismo fin. Sólo que el monstruo va un poco más allá, y me exige un asesinato, que el hada no va a poder ver.
Una venda en los ojos. La solución. Pero, ¿es mi solución? Ya no se nada realmente.

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